SON VIDA NUESTROS SUEÑOS, Y LO QUE HACEMOS POR ELLOS.

El amor, la risa, la esperanza, la ilusión, la sensación de empoderamiento personal y muchos otros, son sentimientos que emergen cuando sentimos que estamos construyendo la vida que nos gustaría vivir.

Sin embargo, ¿cuántas veces en tiempos que vienen mal dadas, en rupturas, desencantos, dificultades, esos sentimientos parecen diluirse en el vacío?

En este mundo hay gente para todo y, sin embargo, existen una gran cantidad de errores compartidos. Muchos de ellos, en gran medida adquiridos por la cultura social de la que participamos.  Así el tipo de mundo en el que vivimos, es en gran medida responsable de definir lo que se espera de nosotros. Estos supuestos se aceptan en nuestra comprensión de “lo que es la realidad”, y quedan incorporados en nuestra mente, a través de acuerdos inconscientes, como una adaptación infantil hacia la supervivencia.

En muchos países, entre los que se encuentra el nuestro, existe un sesgo social hacia una educación basada en el aprendizaje dirigido. Este es, el modelo educativo en que se le dicta al niño lo que debe aprender para “pasar de curso”. Este modelo educativo, ciertamente, no tiene en cuenta los intereses o habilidades del niño/a. No está estructurado para hacer que el niño desarrolle su capacidad natural de investigar e ir más allá por iniciativa propia. Más bien al contrario, se crea un sesgo hacia la obediencia para evitar el castigo. Y se premia al que es un ejemplo de adaptación óptima.

De este modo, en términos generales (hay excepciones) el aprendizaje no se ve como una pasión, sino como un mal necesario para pasar de curso.

Una posibilidad más útil para el desarrollo del niño como Ser Humano, es permitir que descubra sus propios intereses y los desarrolle naturalmente, poniéndole los medios para que pueda llevar sus destrezas y aprendizajes cada vez un poco más allá del lugar en que se encuentran.

En la educación formal se valoran nuestros conocimientos, pero no nuestra capacidad para enfocarnos y desarrollarnos en lo que de verdad hace vibrar nuestra alma. Esto, posteriormente, tiene consecuencias en la manera de enfocar y resolver los problemas que tenemos los adultos individualmente, y como sociedad.

Ante una crisis de sistema, la sociedad necesita personas que se lancen a crear nuevos modelos, actividades, formas de pensar y que, de manera armoniosa, las incorporen al mundo haciendo progresar a todo el colectivo. Sin embargo, la práctica de la innovación, de la confianza en uno mismo, de la acción emprendedora, etc, no se encuentran integradas en la propia estructura del sistema educativo. Por esto, en este momento en países como España se encuentran las personas mejor y más áltamente formadas a nivel técnico de toda la historia y, sin embargo, se ven obligadas a salir del país por no encontrar trabajo. Esta necesidad de encontrar trabajo, de trabajar para otros, de que a uno le digan lo que tiene que hacer, y que trate de hacerlo mejor, es la misma estructura que tiene la escuela, y que heredamos del sistema educativo. Este enfoque lleva al desánimo, por entender como imposible encontrar un empleo en una sociedad sin ese tipo de oportunidades.

A nadie se nos ha enseñado a pensar que las oportunidades existen en la mente de quien las crea. Tampoco se nos ha enseñado que lo importante es encontrar un propósito y lanzarse a por ello, no por egoísmo, sino por entusiasmo. O bien, a actuar por el egoísmo de sentir el entusiasmo de dedicarte a aquello que hace vibrar tu alma.

Por esto, la literatura espiritual, de desarrollo personal, etc. habla siempre de reaprender, de reinventarse. Y muchos sienten que están de acuerdo, pero se preguntan: ¿Reaprender qué? ¿Reaprender cómo? ¿y en mi reaprender?, etc. Y luego, ante la pregunta, también se les despierta un miedo ante lo desconocido, por no tener seguridad de por dónde va ese reaprendizaje necesario.

El reaprender del que hablamos implica enfocarnos en descubrir cual es nuestro sueño y empezar a ser de nuevo el niño que aprende a hacerlo realidad. No se trata ya de pasar el examen, o de que nos digan lo que tenemos que hacer, sino de encontrar aquello que nos entusiasma y enfocarnos positivamente en ello. Ya no hay exámenes, no hay notas, sólo estamos nosotros mismos aprendiendo cómo es el mundo y aprendiendo a hacerlo funcionar. Esto es estar dispuesto a cuestionar, transgredir, trascender los límites personales y los acuerdos sociales que estén ya caducos, para crear la nueva realidad que nos demanda el presente-futuro y que, de otro modo, limitarán el normal y armonioso desarrollo de nuestra personalidad.

De este modo, ¿de qué manera podemos trabajar para hacer nuestros sueños realidad, sabiendo que lo que ocurra es lo que necesitamos para seguir en la brecha? ¿De qué modo darnos cuenta que lo importante no es alcanzarlos, sino trabajar por ellos, porque es en el intento donde se perfecciona nuestra personalidad?

Estas son preguntas que quiero dejar abiertas ya que no tienen respuesta general, sino que cada uno debe aprender a darle la suya propia.

Hacer que un sueño se haga realidad es como cuidar una planta. El jardinero disfruta de cuidarla, pero realmente no interfiere en su crecimiento, sólo cuida que se den las condiciones para que ésta haga lo que está en su naturaleza, que es crecer y dar frutos.

Como práctica:
En primer lugar puedes ir a un lugar en el que puedas estar aproximadamente con silencio relativo y sin grandes distracciones.
Recomendamos siempre elegir una sala y una postura concreta, para facilitar la concentración.
Una vez allí, puedes tomar contacto con la respiración realizando tres o cuatro respiraciones profundas.
Una vez centrado, inspirar y espirar por la nariz, pronunciando internamente en la inspiración “YO”, y en la espiración “SOY”, visualizando una luz que sube con la inspiración y baja con la espiración por la parte interior de la columna vertebral, desde un palmo por debajo del sacro y un palmo por encima de la fontanela. En caso de dificultades, se puede dejar que la bola de luz suba y baje sin superar los límites del cuerpo. Esta meditación, también se puede acompañar con una pequeña vibración.
Una vez llevemos 8-10 minutos con la meditación, y cuando alcancemos un estado de silencio interior, podemos empezar a mirar los párpados y a cambiar la respiración.
A partir de ahora, al inspirar hacemos como hacíamos, y al espirar, hinchamos el vientre, manteniendo la mirada atenta a nuestros párpados, o bien podemos entreabrir un poco los ojos visualizando la parte más inmediata del lugar en que estemos meditando. El planteamiento es hacernos cada vez más presentes en el entorno en el que estamos. Esta sensación de presencia, la vamos a notar extendiéndola desde el vientre hacia arriba.
Podemos realizar esta segunda meditación durante los 10 minutos siguientes.
Para acabar, podemos notar cómo la vida se expresa a través de nosotros. Dejar que el espíritu pase desde el octavo chacra, que se encuentra encima de nuestra cabeza, y dejando en calma la mente, notar que hay un centro superior desde el que uno puede acercarse a la realidad mucho más directamente y sin pensar.
© Andres Roca
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2 Comments

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  1. Efectivamente nuestro sistema educativo está demasiado enfocado al aspecto intelectual de la personalidad, pero el ser humano no está hecho sólo de intelecto, como algunos pretenden, sino de sueños y aspiraciones que llegan desde el interior, desde ese interior misterioso pero vivo y real al que debemos acceder y con el que tenemos que tomar contacto poco a poco, quizás para reencontrar al niño frustrado y sediento de realizar sus sueños y aspiraciones. Únicamente cuando lo hemos encontrado, podemos ayudarle a reaprender y a proyectar esos sueños al exterior.

    Un gran artículo. Espero que pueda tocar algunas mentes y muchos corazones. Saludos,

    Christian.