El sistema de vida actual ofrece un grado de comodidad física tan grande y aceptado socialmente que vivimos inmersos la mayor parte del tiempo en nuestra mente agitada, difícil de sosegar. La energía, sin válvula física de escape a través del trabajo o ejercicio físico, se acumula en nuestra cabeza generando un caos importante.
Las meditaciones activas, como Osho señala, son una vía para liberar esa energía, ese caos, y permitir el silencio interno.
Caminar en general, y hacer el Camino de Santiago o Camino del Guerrero en particular, es un buen ejemplo de cómo construir un puente entre la inquietud y la serenidad.
Antes de dar el primer paso, conviene formular claramente la intención que nos mueve para luego olvidarla a lo largo del camino donde vamos a ir prestando paulatinamente mayor atención a nuestras “pisadas”.
Este ejercicio libera memorias acumuladas a lo largo de la vida en el pliegue poplíteo (de la parte posterior de la rodilla) y en la planta del pie, generándose de manera natural una catarsis que va dejando atrás dolores del pasado, preocupaciones del futuro,… junto a las huellas del camino…
Al aligerar la mochila interna que todos llevamos puesta, se va creando espacio para el gran invitado, siempre presente auque no nos demos cuenta: el SER que habita en cada uno de nosotros, pincelando un hermoso equilibrio entre soledad, silencio y acción.
Ya estamos presentes en lo que los chamanes llaman la primera atención, es decir, el mundo físico que nos rodea. Disfrutemos pues de los colores, de las formas, las texturas, los sonidos…
Si continuamos más allá podemos incluso disfrutar de las sombras, los fondos, los aromas, el silencio,… alcanzando la segunda atención chamánica, el mundo espiritual en el que se diluyen los límites y podemos ver el cuadro competo.
El peregrino, cumpliendo su destino, se hace uno con el camino. Esta es la meditación.
Caminar ha sido siempre no sólo una de mis formas de meditación preferida, sino una fuente tremenda de serenidad y sosiego. No hace falta hacer el camino de Santiago (pero desde luego puede ser una gran experiencia), ya que con un paseo diario por la ciudad, en un lugar ajardinado en el que podamos estar tranquilos y disfrutar de esos colores, sombras y aromas, es un momento de encuentro con uno mismo que puede ser intenso, y practicado cotidianamente, se convierte en práctica espiritual per se.
Con el paseo, se dejan atrás muchas de nuestras preocupaciones y obsesiones, y haciendo el camino físico podemos encontrar nuestro camino interno. En mi experiencia personal ha sido y es algo importante. Por eso, lo recomiendo a todos los que vivimos y trabajamos en las ciudades.
Saludos,
Christian.