Meditación especial del testigo, el observador que se observa a sí mismo como observa.
Sentarse en silencio con los ojos cerrados mientras observo todo lo que ocurre dentro y fuera de mí, mi aliento entrando y saliendo de mi vientre, el sonido interno dentro de mí como un zumbido en el oído interno, el palpitar del corazón, la mirada a los párpados observado el muro de niebla, la sensación corporal, etc. Observar sin hacer juicio dejando que todo ocurra sin más es la clave. Si de pronto comienza a dolerme la pierna, observaremos el dolor sin rechazo, es decir, no deseo que se marche el dolor, solo lo observo y permito que ocurra, lo acepto, lo integro, lo acojo… y así con cualquier dolor físico o emocional, incluso el pensamiento lo dejo fluir, ya sea un pensamiento terrorífico o de cualquier otro tipo, la idea es observarlo y dejar que se exprese como quiera. Es como mirar las nubes en el cielo, cogen varias formas y pasan delante nuestro, así es como deben ser los pensamientos, la mente es el cielo azul, ecuánime y presente, acogiendo cualquier suceso y dejándolo fluir. Aprendiendo poco a poco que no es lo mismo la mente que el pensamiento.
Meditar en modo observador es la madre de todas las meditaciones y estados de consciencia. Sin testigo no podemos profundizar y nos quedaremos en el juicio. En resumen, el pilar esencial al iniciarse en la meditación es la aceptación pura y consciente sin resignación. Es un acto de valentía y entrega, todo lo que rechazamos se convierte en sufrimiento, el sufrimiento es el rechazo del dolor, y el dolor es solo dolor y es inevitable, el sufrimiento es un concepto creado por la humanidad, como dejó dicho Siddharta Gautama Buda “El deseo es sufrimiento, sin deseo no hay sufrimiento”.
La herramienta del testigo, es muy útil cuando adquirimos práctica meditativa de introspección para aplicarlo a la vida cotidiana, ya que, nos da la visión global de lo que ocurre dentro y fuera de mí en cualquier ámbito. Observar y hacer un análisis de la realidad subyacente, y después, un análisis externo, nos da una información muy útil para empezar con el grupo de trabajo cliente, y así, poder aplicar otras herramientas libres de cualquier condicionamiento o juicio previo intoxicado.
La atención plena y consciente como mirada de la vida, y una buena actitud, como claves fundamentales en todo desarrollo personal.
Para practicar el testigo en meditación, solo hemos de sentarnos con la espalda recta en una postura que nos mantenga alerta y despiertos, pondremos la atención como si nos observáramos, es decir, como si me viera en un cine. Yo observo desde el proyector la película de mi vida, y me veo observando la pantalla, pero sin convertirme en el protagonista, sino como un simple testigo que no opina de lo que está viendo o sintiendo.
La respiración será sin esfuerzo, dejando que mi cuerpo respire por mí, sin yo querer controlarla de ninguna manera, suave y sencilla, con la atención puesta en la puntita de mi nariz, donde percibo la sensación del aire rozando por las fosas nasales.
Lo importante que hemos de hacer es precisamente no hacer nada, ser capaces de observar de forma ecuánime y sin tomar partido, dejando que todo pase sin quedarnos con nada, aprender a soltar, observar sin expectativas, sin esperar nada a cambio.
Todo ello en una situación de quietud y silencio interno. Si algo me incita a moverme, lo observaremos sin que nos arrastre, manteniendo la quietud serena y sin resistencia. Todo lo que ocurra dentro y fuera de mí, es sagrado y permito que ocurra.
La práctica diaria progresiva sin presiones, sin exigencias personales, siendo amables con nosotros mismos y aceptando el error, nos hace ir integrando el aprendizaje paulatinamente. Es una meditación que puede estar siempre presente en mis prácticas meditativas, ya que nos iremos dando cuenta de que, poco a poco nos adaptamos a la visión del testigo en otros ámbitos de la vida cotidiana, dándome una visión más neutra y ecuánime de mi entorno, sin caer en la tentación de manipular la realidad que observamos. Esto nos hace más libres y ligeros ante la vida.
© Ray Gilabert