El mundo que percibimos por nuestros sentidos es pasado previamente por el tamiz de la conciencia. Sin esta no podemos darle sentido.
Cuando vemos a un recién nacido en sus primeros meses de vida, su principal desafío es reconocer objetos y personas, empezar a darles sentido en su mente. La luz y los sonidos llegan el sin filtro previo, dado que nada sabe ni conocen del mundo. Realizan una escucha plena sin juicio previo, no pueden reconocer las cosas que llegan a su conciencia porque no las conocen previamente. Tienen que aprender, por ejemplo, que toda esa mancha de un mismo color es una mesa.
Vemos, por ejemplo, a los niños que a través del juego van aprendiendo como es el mundo en que han nacido. Y en este mundo ademas de personas y seres vivos, hay lugares, ideas, cosas y actividades. Con todas estas tiene que lidiar el niño conforme va creciendo. En su relación con todas ellas va aprender a vivir en el mundo. Es la vida que hemos vivido y la que estamos viviendo, la que nos hace ver las cosas como las vemos.
Por ejemplo, la madera decimos que es marrón y parece que todos nos entendemos. Sin embargo, no nos damos cuenta que en una simple “madera”, hay letras, palabras, sonidos, tonos, y muchas otras cosas que nos pasan desapercibidas, y que requieren la acción de la persona para que existan. Mi madera nada tiene que ver con la tuya, y sin embargo nos entendemos.
Es esa particular manera que tenemos de entender la palabra madera, hace única cada experiencia subjetiva. Asi, las palabras se convierten en un estorbo para llegar a comprender lo que experimentamos internamente las personas. Ya que cada uno las vivimos a nuestra manera.
En este blog hacemos hincapié en la importancia de permanecer abiertos y enriquecer nuestra manera de ver el mundo. Recoger lo que ocurre como parte de lo que es necesario que ocurra en el camino de construir nuestros sueños.
En este camino podemos darnos cuenta que somos nosotros los que creamos nuestra realidad interna. Y que la realidad externa es solo una excusa para crear nuestro mundo. Es esta realidad interna la verdadera realidad para nosotros. Es la que nos hace sentir, emocionarnos, emprender un proyecto, comprender una lección, y todas las demás cosas que determinan lo que hacemos en nuestra vida.
El mundo es, nosotros creamos la belleza.
Para hacer esta practica necesitamos coger una flor o una planta y tenerla cerca.
Como en otras ocasiones, podemos empezar poniendo la atención en la respiración y aguantando el aliento al lleno y al vacío un par de segundos. También podemos empezar con cualquiera de las meditaciones introductorias que incorporamos al comienzo del blog.
Posteriormente, y cuando ya hayamos apaciguado nuestra actividad inconsciente y nos encontremos en el aquí y ahora de la meditación, podemos empezar a jugar con la conciencia, para darnos cuenta de como hacemos para cambiar la realidad que sentimos. Aquí entra en juego la flor o la planta.
En primer lugar podemos fijarnos en aquellas cosas que no nos gustan de la flor o de la planta. Y así darnos cuenta de que igual hay algún pétalo u hoja mas feo, mustio, o tal vez haya algo que no nos guste especialmente, etc. En este caso, nos damos cuenta de las emociones que aparecen al fijarnos de esta manera.
Posteriormente, podemos fijarnos en las partes que nos resultan neutras, tal vez el tallo no nos diga nada, o tal vez algún pétalo u hoja en particular no tenga nada de especial, etc. Al igual que en el caso anteriores, atendemos a como nos sentimos cuando atendemos así.
Por ultimo, podemos mirar la flor o la planta y sentir la belleza intrínseca que desprende, podemos oler su aroma y deleitarnos con el, y notar todo aquello que nos gusta de ella. ¿Como nos sentimos ante esa misma flor, atendiendo de esta otra manera?
Para acabar, puedes ver la flor o la planta en su conjunto, con lo que te gusta, con lo que te resulta indiferente, y con lo que no te gusta.
Una vez ahí, puedes darte cuenta de que eres uno con el mundo que creas, y de que puedes equilibrar las cosas, aceptarlas y apreciarlas enteras tal cual son, como un ying-yang completo.
© Andres Roca
Gracias por esta reflexión inspiradora. Para mi el contacto con la naturaleza es una experiencia que me hace extender la atención al estar en un espacio más amplio y estimular los sentidos, percibiendo su ritmo constante y su equilibrio, apreciando la armonía de un todo más grande.
Yo también creo que la belleza la creamos cada uno, somos lo que creamos y hay inficitas posibilidades, y cuando atiendo extensamente y a la vez me concentro en algo soy más consciente desde donde atiendo y a lo que atiendo, participo, aprecio más.
Un abrazo con amplia atención.