A pesar de los múltiples avances que desde la medicina se han realizado para mejorar nuestra salud y alargar tanto la cantidad como la calidad de la vida, todavía el ser humano sigue padeciendo enfermedades… Muchas de ellas con origen en factores psicológicos que se quedan fuera del alcance de los tratamientos médicos. Entender que las personas somos parte activa en la construcción y mantenimiento de nuestra salud, a través de formas de vida y pensamiento saludables… Y entender, así mismo, que por la misma vía podemos participar en la creación de enfermedades, es clave para empezar a tomar la responsabilidad que nos corresponde a cada uno en el asunto.
A través de la meditación todos podemos obtener grandes beneficios en este sentido. Para esto, te vamos a proponer una práctica para empezar, si bien en un futuro podremos plantear otras, así como ayudarte a que te sensibilices con el cómo, efectivamente, la meditación colabora en tu proceso de mantenimiento y recuperación de la salud. Para ello, te invitamos a que te sientes en postura de meditación, relajes el cuerpo, tomes un par de respiraciones profundas, y comenzamos… Conectamos con nuestra respiración… De manera que al inspirar pronunciamos internamente YO, y al expulsar el aire, pronunciamos SOY.
Al mismo tiempo, visualizamos en la inspiración una bola de luz que sube hasta sobrepasar ligeramente la fontanela… y de bajada con la espiración bajando por debajo del sacro también. Hacemos esto durante unos 10 minutos, más o menos, según lo vayas sintiendo. En este punto, vamos a mover las manos como si estuviéramos sujetando una bola de luz en frente de nuestro plexo solar.
El tamaño no importa, lo fundamental aquí es que las manos no se toquen. La posición de las manos no es esencial, pero como propuesta, convendría que simulases que estás sujetando entre ellas, por ejemplo un melón o una pequeña sandía. Una vez tengas ubicadas ahí las manos, la una mirando a la otra ligeramente arqueadas, poco a poco ves concentrándote en el espacio existente entre las manos, de manera que se vaya formando una sensación de que hay en medio un espacio sólido. Para ayudarte en el proceso, siente que en medio se está formando una bola de luz dorada o blanca. Por supuesto, esto se hace con los ojos cerrados.
Se trata de llenar el espacio entre las manos con una luz dorada o blanca. Estos colores se han asociado tradicionalmente a la salud, y por ello vamos a utilizarlos aquí. A esta luz le puedes añadir un sonido… te recomendamos que sea uno parecido al OM, y así mismo, una vibración sutil que te vaya preparando para el proceso posterior. Conforme vayas notando la solidez de la bola de luz… y para ello te puedes ayudar moviendo ligeramente una mano u otra, hasta que notes que la bola se encuentra entre tus manos, como si fuera real (es importante que la sientas real). Cuando alcances esta sensación, poco a poco, ves introduciendo esta bola en tu pecho… De manera que empieces a sentir toda esa energía sanadora que se distribuye junto con los latidos del corazón, regando primero las áreas principales del tu cuerpo, y después, poco a poco penetrando en profundidad, alcanzando órganos, células… extendiéndose hasta cada rincón de ti. Puedes posteriormente llevarla de manera específica a áreas concretas del cuerpo… Conforme vayas considerándolo oportuno. La meditación la puedes acabar agradeciendo la experiencia y volviendo a conectar con la realidad que te circunda tras varias respiraciones profundas.
Andres Roca ©